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By:
  • Carlos Escobar

Un reciente estudio publicado por el Mayors Migration Council, titulado “Climate Migration in Mexican and Central American Cities”, 2022, señala que para el año 2050 los centros urbanos de México y Centroamérica podrían llegar a recibir, en el escenario más pesimista, 10,5 millones de migrantes ambientales como consecuencia de los efectos derivados del cambio climático en nuestra región. 

La mencionada proyección plantea que, en caso de no contar con estrategias de planificación urbana y políticas ambientales y migratorias para gestionar de manera oportuna la variabilidad climática como resultado de la actividad humana, países como México podrían llegar a tener hasta 8 millones de migrantes climáticos trasladándose a centros urbanos que van desde Ciudad de México hasta ciudades de tamaño medio como Monterrey y Guadalajara.  

Otro de los países de la región que vería un significativo número de personas migrando hacia sus ciudades sería Honduras, donde según las estimaciones, para el 2050 tendría cerca de 742.500 migrantes climáticos. En el peor de los casos, el número proyectado podría alcanzar los 380.000 en Tegucigalpa y 300.000 en San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras. A diferencia de Guatemala y El Salvador, las zonas rurales hondureñas tendrán un crecimiento demográfico relativamente alto. Esto sugiere que algunas personas podrían quedar atrapadas en entornos remotos y de alto riesgo, incapaces de trasladarse a otros lugares debido al empeoramiento de las condiciones climáticas. 

En cuanto al resto de países de la región, el estudio señala que para el año mencionado (2050), Guatemala alcanzaría cerca de 187.000 migrantes ambientales en sus principales ciudades, El Salvador 173.000, Costa Rica 147.700 y Panamá 127.200. Estos procesos se solapan sobre movimientos de urbanización significativos en muchos países de la región. En efecto, el cambio climático vendría a agudizar procesos demográficos en curso que aumentan el tamaño de las ciudades en la región. 

Si bien las vías de desarrollo sostenible lograrían reducir estos preocupantes números, el hecho es que México y Centroamérica son lugares altamente susceptibles a los diferentes impactos climáticos, tanto repentinos como lentos. Desde alteraciones en la producción de alimentos, baja disponibilidad de agua, hasta el impacto directo de huracanes, inundaciones y olas de calor, podrían llegar a tener importantes repercusiones en las dinámicas migratorias. 

Los principales centros urbanos de la región, entre los cuales se pueden mencionar Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Ciudad de Guatemala, San José y Tegucigalpa, tienden a estar en zonas de montaña alejadas de las de la costa, lo cual significa, básicamente, que las ciudades más grandes de la región tienen menos probabilidad de verse afectadas por el aumento del nivel del mar y disfrutan de climas más templados que las zonas costeras.  

Sin embargo, al ser los centros urbanos puntos de llegada atractivos para las personas, el crecimiento insostenible y no planificado puede atrapar a una incalculable cantidad de personas en condición vulnerable en ciclos de desigualdad y marginación, sumado al hecho de que en la actualidad muchas ciudades latinoamericanas ya enfrentan escenarios de escasez hídrica, tal como ha sido documentado en países como México y El Salvador, por poner un ejemplo. n. 

En este sentido, los gobiernos municipales de todos los tamaños de la región deben prepararse y contar con políticas y planes de acción para hacer frente al probable crecimiento de la población y, al mismo tiempo, aumentar su capacidad para mitigar los efectos de las sequías, la subida del nivel del mar, el aumento de las temperaturas y el empeoramiento de los desastres naturales. Además, es importante tomar en cuenta que el mencionado crecimiento urbano tiende a producirse en zonas periféricas que actualmente están desatendidas, no planificadas y en alto riesgo de sufrir estos impactos climáticos. 

Por tal motivo, el llamamiento a los gobiernos municipales de la región es a trabajar en la prevención y la planificación frente al cambio climático y sus efectos en la movilidad humana de las poblaciones locales, así como a la creación de oportunidades para contribuir al crecimiento inclusivo y sostenible de las comunidades receptoras como agentes de cambio en una transición verde y justa. 

Pero las ciudades no pueden hacerlo solas. Los actores internacionales y nacionales centrados en la acción climática inclusiva deben incluir a los alcaldes y a los gobiernos en las decisiones políticas, aumentar la inversión financiera para mejorar las capacidades y los servicios de las ciudades, así como aprobar reformas de políticas de desarrollo y migración que permitan una representación más justa de las ciudades en el establecimiento de políticas. 

En primer lugar, es necesario invertir en los gobiernos municipales para poner en marcha proyectos que se centren en la inclusión de las personas migrantes y desplazadas, a la vez que se mitigan los impactos de la crisis climática en las comunidades marginadas y de rápido crecimiento y en zonas urbanas de riesgo. 

Como segunda medida, se requiere crear alianzas junto con los gobiernos municipales para contar con investigaciones y evidencia científica sobre la problemática de la urbanización impulsada como consecuencia de eventos climáticos. La investigación continuada debería incluir modelos de escenarios futuros localizados para comprender mejor la escala cuantitativa de la urbanización relacionada con el clima en otras regiones, pero también datos cualitativos para comprender mejor los perfiles, las motivaciones y las vulnerabilidades de los migrantes climáticos para añadir un enfoque humano a las tendencias futuras.  

Finalmente, la investigación insiste en la importancia de implicar a los gobiernos municipales en las políticas nacionales, regionales e internacionales, y en las deliberaciones de política internacional sobre migración climática. Se debe recordar que acuerdos internacionales como el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, destacan la importancia de tener una mayor comprensión del cambio climático como motor de la movilidad humana, dentro del cual se incluyen compromisos para abordar las causas y la adopción de políticas para proteger a las personas afectados. 

La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 27), que tendrá lugar en noviembre del presente año en Egipto, se presenta como una gran oportunidad para que países de la región llamen la atención sobre la urgente necesidad de contar con planes de acción para lograr tener ciudades más sostenibles, así como de abordar otras iniciativas importantes como lo son la eficiencia energética, los edificios resilientes y con bajas emisiones de carbono, los residuos, la movilidad urbana y la gestión del agua urbana.