Al hablar sobre depresión lo primero que se debe tener claro es que es una enfermedad, un trastorno mental muy común que afecta a 322 millones de personas en el mundo. Solamente en la región de las Américas se estima que la cifra alcanza los 48 millones de personas, afectando principalmente a mujeres. Asimismo, la depresión es la primera causa mundial de discapacidad y afecta a personas de todas las edades, condiciones sociales y países.

Los síntomas depresivos son altamente incapacitantes, por lo que difieren de los sentimientos de tristeza, estrés o angustia que cualquier persona puede experimentar en algún momento de la vida. Las personas con depresión experimentan tristeza permanente, pérdida de interés al realizar actividades que normalmente disfrutaban e incapacidad para llevar a cabo actividades cotidianas. Estos síntomas, presentes al menos por dos semanas, pueden estar acompañados de ansiedad, bajos niveles de energía, desorden en el sueño y apetito, cansancio, dificultades para concentrarse y sentimientos de inutilidad y culpa. Una persona con depresión puede llegar a experimentar pensamientos de autolesión y suicidio que, sin tratamiento oportuno, pueden escalar hasta un acto suicida. 

La depresión es un trastorno complejo que resulta de la interacción entre factores biológicos, sociales y psicológicos. Su desarrollo se encuentra vinculado a circunstancias vitales adversas, tales como la ruptura de una relación significativa, la muerte de un ser querido, el desempleo prolongado, las condiciones de vida vinculadas a la pobreza, o la migración forzada. Durante las diferentes etapas de la experiencia migratoria, las personas migrantes deben hacer frente a condiciones ambientales, económicas y sociales difíciles que pueden afectar negativamente su salud mental, si no se cuenta con recursos de afrontamiento adecuados. El estrés asociado al desempleo, la pobreza, la pérdida de cohesión social, las dificultades de integración al nuevo medio, la violencia (psicológica, física y sexual), los traumas psicológicos, la ausencia de redes de apoyo y la fragmentación familiar, son algunos de los factores que aumentan el riesgo de desarrollar esta enfermedad. La figura 1 muestra siete pérdidas que sufren las personas migrantes que pueden afectar negativamente su salud mental.

En Guatemala, las organizaciones de la sociedad civil que atienden personas migrantes retornadas han identificado la depresión como uno de los problemas de salud más comunes en esta población. Según la Encuesta Salud y Migración OIM/FLACSO del año 2014, el 59.1% de las personas migrantes retornadas experimentaron tristeza o depresión al retornar a su comunidad de origen[1].  A su vez, estudios de OIM sobre las condiciones de salud en población migrante en Honduras, El Salvador y Guatemala revelan que cuando un miembro de una familia decide migrar, los familiares que permanecen en el país de origen experimentan importantes consecuencias emocionales, entre las que se encuentran: estrés, tristeza, sentimientos de desesperanza, soledad, ansiedad e incluso depresión. Para las mujeres entrevistadas, en general madres y esposas, experimentar síntomas depresivos tras la fragmentación familiar es común[2] [3].

Las personas con depresión, al igual que las personas con otras enfermedades como la diabetes o la hipertensión arterial, requieren tratamiento por parte de profesionales. A pesar de que existen tratamientos eficaces y de bajo costo para la depresión, más de la mitad de las personas afectadas en el mundo no recibe tratamiento. Para las personas migrantes, el acceso a tratamiento se dificulta por factores jurídicos, económicos y geográficos; siendo la condición migratoria irregular una de las principales barreras para el acceso a servicios de salud oportunos. Además, el diagnóstico de un trastorno mental suele estar acompañado de rechazo, discriminación y exclusión social, suponiendo una importante barrera para que las personas decidan buscar o aceptar ayuda. Los servicios de salud inclusivos no solamente deben asegurar el acceso a los servicios de salud mental, sino también asegurar que estos sean culturalmente aceptables para que las personas puedan elegir usarlos. 

Si bien cualquier persona puede padecer depresión, el riesgo para las personas migrantes en condiciones irregulares es mayor. La depresión no es un signo de debilidad, es una enfermedad que se puede prevenir, pero que si no es tratada adecuadamente puede afectar negativamente la vida familiar, comunitaria y laboral de las personas. La Oficina Regional de OIM para Centroamérica, Norteamérica y el Caribe se une a la celebración del Día Mundial de la Salud y a la campaña de la OMS/OPS titulada “Depresión. Hablemos”. Comprender mejor esta enfermedad contribuye a reducir el estigma asociado a ella y a mejorar la posibilidad de que las personas afectadas se acerquen y pidan ayuda. 

“Para prevenir que las personas migrantes desarrollen depresión, para asegurar tratamiento ininterrumpido para las personas que sufren depresión, y para mejorar la capacidad para acceder a servicios de apoyo que puedan requerir independientemente de su estatus migratorio, se deben tomar acciones decisivas”.

-Davide Mosca, Director de la División de Migración y Salud de la OIM.

 

 


[1] OIM (2015). Condición de salud, acceso a los servicios e identificación de riesgos y vulnerabilidades asociados a la migración en Guatemala.

[2] OIM (2015). Condición de salud, acceso a los servicios e identificación de factores de riesgo y vulnerabilidad asociados a la migración en Honduras

[3] OIM (2015). Condición de salud, acceso a los servicios e identificación de factores de riesgo y vulnerabilidad asociados a la migración en El Salvador.